Es necesario separar la tecnología de los datos para explotar estratégicamente el valor de la información.
Hace años, con el desarrollo de la tecnología, las empresas vieron la necesidad de contar con áreas especializadas en manejar todo lo relacionado con equipos, sistemas y cualquier gadget que fuera adquirido. Un solo departamento de tecnologías de información, eminentemente técnico, era suficiente.
Con el paso del tiempo y la evolución tecnológica, estos departamentos han tenido que asumir cada vez más retos que trascienden lo técnico y que están, en muchos casos, más relacionados con el corazón del negocio, que con el tipo de solución o plataforma adquirida.
Es así como hemos visto casos como el de un vicepresidente de TI, encargado de la implementación de un sistema ERP, cuyo objetivo justamente es la planificación de los recursos empresariales: ¡grave error! No porque la persona no cuente con la capacidad necesaria para liderar el proyecto, sino porque la tarea es un problema de negocio y no de tecnología.
Otro legado de antaño tiene que ver con la gestión funcional. Es decir, administrar con un enfoque en las áreas de la compañía, lleva a la creación de silos de información. Cada departamento aduce cumplir con sus responsabilidades y su rol, sin embargo, al elevarse unos metros y observar la totalidad, lo que generalmente se ve es un desastre: no hay definiciones unificadas sobre la información, ni tampoco repositorios adecuados y conocidos por todos.
Las consecuencias de esto son claras: la creación de nuevos datos se multiplica rápidamente, sin que exista confianza en ellos.
A partir de nuestra experiencia, la solución a este reto pasa por la existencia de una figura, con un enfoque de negocios, que administre la información. La razón principal para hacer esto es la complejidad tecnológica y de información que están alcanzando algunas empresas.
Una vez que las empresas se convencen de la necesidad de separar la gestión de TI, alguien debe desenredar el nudo de la información empresarial.
Es una responsabilidad compleja pero sumamente estratégica. El Chief Digital Officer o CDO, como lo han bautizado algunas empresas, debe ser alguien que entienda las necesidades del negocio y no se concentre tanto en la complejidad técnica.
De hecho, en organizaciones que ya crearon este nuevo rol, el encargado muchas veces carece de formación técnica. El CDO se convierte en el administrador de la información. Asimismo, es evidente que su trabajo se apoya en las herramientas que implementan todas las áreas y que el departamento de TI mantiene funcionales.
Pero su equipo se asegura de que la información se capture y gestione de manera adecuada. Es decir, esta es la persona encargada de romper y evitar los silos de información y crea una democracia organizacional de los datos para explotar su valor estratégico.
En conclusión, si su empresa sigue viviendo en la era Pangea de los departamentos de TI, donde todo está unido, es hora de replantearse el enfoque. El valor estratégico de la información es demasiado alto para perderse en medio de ese súper continente que concentra todo. Los datos no pueden ser una función más para un equipo técnico, sino que deben ser una tarea de foco organizacional.